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divendres, 10 d’octubre del 2025

El futur que està venint i el passat que no acaba de passar

 



A l'últim CTXT hi ha l'article setmanal de Guillem Martínez. El paràgraf dedicat a Catalunya explica sentiments que comparteixo plenament i per això reprodueixo. Com deia Faulkner el passat no acaba de passar i estem on estàvem:

 Entre los meses previos a la pandemia y 2024, aparecí citado en sendos artículos de dos grandes diarios barceloneses de difusión estatal. En el primer artículo, el articulista firmante aludía a un fragmento de un programa de televisión en internet, en el que yo aparecía y en el que hablaba de cambios fonéticos en el catalán durante el procesismo. No iba más lejos de Klemperer, el lingüista alemán que analizó el lenguaje del poder de su tiempo. El lenguaje es, en fin, manifestación de poder. Más, según veo con Trump/Ayuso, cuando se pulveriza, ese ejercicio de poder absoluto. Pues bien, el columnista venía a explicar que todo eran percepciones mías, fundamentadas en mi falta de conocimiento del catalán. Es decir, me ubicaba fuera del conocimiento de una de mis lenguas. Es decir, del país. Podría haber argumentado en contra de mi punto de vista. Pero, simplemente, me cancelaba, me expulsaba. El segundo artículo era una reseña en un diario global en castellano sobre un libro mío de cocina. En ella, básicamente, se reseñaba mi relación con el catalanismo, no mi libro –recordemos: de cocina–. Es decir, se me volvía a ubicar fuera del país, para el que era un extranjerismo. Se me expulsaba, indeed. Lo que he querido mostrar con estas dos anécdotas es la dinámica hacia la expulsión, tan profunda, tan difundida, tan invisible –es decir, tan constante– que se cuela en medios en los que eso, aparentemente, no cabe ni es esperable. Lo que alude a dos cosas: a) la ruptura social se ha producido en Catalunya. O, al menos, se expulsa, se decide quién es o no es del grupo, tan ricamente, con absoluta naturalidad. Algo que en Alemania –punto 8– costó cuatro semanas. Es decir, el sentido común de la nueva extrema derecha catalana, que las encuestas dibujan como creciente, viene de lejos, llegó hace tiempo, pues hace años que campa alegremente. No era un residuo anecdótico del procés, sino su punto de llegada, su única función: la identidad, su reformulación. No hubo periodismo que explicara aquello, pues nadie lo vio. Es decir, nadie quería significarse fuera del grupo, del comunitarismo. Me atrevo a suponer que sucederá lo mismo con la extrema derecha catalana. Ya ha sucedido. Catalunya es España una o dos ligas antes. Ojo.










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